Trabajar en una residencia no solo es una oportunidad laboral, sino una experiencia vital donde se ejerce el cuidado desde la cercanía y el compromiso.
En un contexto de gran presión para el sistema sanitario, con hospitales saturados y profesionales al límite, las residencias de personas mayores se presentan como un espacio alternativo y atractivo para el desarrollo profesional de la enfermería. Las residencias pueden ser el entorno perfecto no sólo donde aplicar los conocimientos y pericias técnicas aprendidas, sino también donde la cercanía y el trato humano nos permiten estar presentes en la vida de quienes más lo necesitan.

Estabilidad, conciliación y desarrollo profesional
Las residencias ofrecen condiciones que hoy en día el personal dedicado a la enfermería valora especialmente: hablamos de estabilidad laboral, de horarios más predecibles, de la posibilidad de conciliar la vida laboral y familiar y de un entorno de trabajo que permite implicarse de manera real en el seguimiento de cada persona. Aquí la urgencia no es omnipresente y las enfermeras y enfermeros pueden observar, evaluar, prevenir y acompañar con tiempo y criterio clínico a los residentes.
En una residencia, el profesional de enfermería no es solo quien administra tratamientos o responde a emergencias. Es una figura clave en la organización del cuidado, en la toma de decisiones y en la coordinación del equipo, desde LARES NAVARRA apostamos por atraer talento joven.
Además, muchas entidades del sector están mejorando sus políticas de formación interna, ofreciendo acceso a programas de actualización clínica, protocolos innovadores de cuidados paliativos, atención centrada en la persona y oportunidades reales de crecimiento en puestos de responsabilidad.

Un cuidado más humano y significativo
Uno de los aspectos que más destacan quienes eligen este camino profesional es el vínculo emocional que se establece con los residentes. Ya que las personas que desempeñan la responsabilidad de la enfermería no solo trabajan con pacientes, sino que conviven con los residentes, conocen sus historias, comparten sus avances, sus desafíos, sus miedos y también sus afectos. En palabras de una joven enfermera de la Residencia Fundación Carmen Bellido de Cortes, que acaba de incorporarse:
“Aquí siento que cada gesto importa, que mi trabajo tiene un impacto directo en la calidad de vida de las personas. Es una experiencia muy distinta, mucho más personal.”
A diferencia del entorno hospitalario, donde el alta marca el final del contacto, en las residencias se construyen relaciones duraderas. Este contacto cercano genera una motivación adicional para quienes entienden la enfermería como una vocación que va más allá del acto clínico.
Desmontando prejuicios, construyendo oportunidades
A pesar de estos beneficios, aún persiste cierta visión reduccionista sobre el trabajo en residencias. Durante años, este ámbito ha sido visto como un destino secundario o menos prestigioso. Para muestra, baste con recordar los baremos de puntuación en las calificaciones otorgadas en oposiciones de enfermería en la administración pública: a pesar de que la enfermería geriátrica es el espacio, probablemente, más autónomo de entre todos los campos asistenciales de la enfermería, las instituciones se empeñan en infravalorarnos al baremar nuestro desempeño frente al camino profesional del resto de desempeños enfermeros.
Afortunadamente, el cambio demográfico, el envejecimiento de la población y la creciente complejidad del perfil de los residentes hacen que hoy más que nunca se necesite personal de enfermería preparado, implicado y con visión integral del cuidado.
El sector está trabajando activamente para revertir esta percepción: campañas de sensibilización, convenios con universidades, estancias formativas, testimonios de profesionales y mejoras en las condiciones laborales son parte de una estrategia más amplia para atraer talento y mostrar que las residencias no son un lugar de paso, sino un espacio de carrera.

Una puerta abierta para quienes quieren cuidar de verdad
Frente a la tentación recurrente de aspirar a una plaza de funcionaria en el sistema de salud, con todas las dificultades que conlleva el acceso a esos puestos, las residencias ofrecen hoy una alternativa sólida y cargada de sentido. Trabajar en una residencia permite ejercer la enfermería en un entorno donde cada profesional cuenta, donde la relación con la persona es directa y donde el valor humano del cuidado se vive cada día.
El mensaje que el sector sociosanitario quiere transmitir es claro: las residencias de personas mayores no son un plan B, son una elección consciente y valiosa. Un lugar donde crecer, dejar huella y cuidar con todo lo que implica cuidar: conocimiento, responsabilidad, sensibilidad y presencia.
En un mundo que necesita más humanidad en el cuidado, las residencias son, sin duda, parte esencial del presente y del futuro de la enfermería.